Comparación y Autoestima. 4 ejercicios para dejar de sentir que no eres suficiente

Desde que somos niños, escuchamos frases que se nos quedan grabadas. A veces son comentarios aparentemente inocentes, como “Mira, tu hermana cómo sí obedece” o “Tu prima sacó mejores notas”. Pero la verdad es que detrás de la comparación constante se instala una herida que puede acompañarnos toda la vida: la sensación de que, hagamos lo que hagamos, nunca seremos suficientes.
Hace poco una suscriptora me enviaba un email preguntando por la comparación y la sensación de no sentirse suficiente, a raíz de este vídeo sobre la comparación que publicaba recientemente. Parte de mi respuesta se ha convertido en este artículo, que por supuesto he ampliado y he relacionado directamente con la autoestima. Espero que pueda ayudarte a entender por qué te comparas, de dónde viene esto, si es sano o no compararnos, y sobre todo, cómo está afectando a tu autoestima y confianza.
¿Por qué nos comparamos y qué hay detrás de esa herida?
Compararnos es un mecanismo humano. El cerebro lo hace para ubicarse, para medir si estamos seguros o no dentro de un grupo. Surge a partir de un mecanismo de supervivencia que tenemos los humanos en la sociedad: necesitamos saber si somos adecuados al grupo al que pertenecemos o queremos pertenecer, si cumplimos con los estándares dentro de este ámbito social, profesional o familiar.
Pero cuando esa comparación se convierte en algo constante, deja de ser útil y empieza a hacernos bastante daño. Muchas veces, la raíz está en nuestra infancia: cuando una figura importante para nosotros (como padres, profesores, cuidadores) nos repetían que había alguien mejor y al que debíamos seguir como ejemplo.
He acompañado a muchas alumnas que me contaban lo mismo: nunca se sienten suficientes. Yo misma pasé por esto y sentía que nunca daba la talla en mi juventud. De ahí que si sacaba una nota inferior a un sobresaliente, me sentía fatal, me criticaba… Y después, para confirmar que efectivamente era un fracaso, busqué inconscientemente trabajos que estaban muy por debajo de mis conocimientos, pues reafirmaba con ello mi sensación interna de no valía.
Otras clientas me compartían que incluso cuando obtenían un diez, la madre o el padre encontraba un defecto o subía la exigencia un poco más. Ese juego injusto deja un mensaje muy claro: no importa lo que hagas o lo que consigas, nunca será suficiente.
La comparación y su impacto en la autoestima
Cuando vivimos comparándonos, nuestra autoestima se resiente, como lo comparto en este vídeo en mi canal en Youtube. No confiamos en lo que somos, en lo que hacemos o en nuestras decisiones. Y entramos en un estado de víctima: sentimos que el mundo nos trata injustamente, que los demás siempre tienen algo que a nosotros nos falta.
En este punto, es fácil que aparezca la envidia. Una emoción natural, humana, pero que solemos rechazar porque creemos que no deberíamos sentirla. El problema no es sentir envidia; el problema es no gestionarla. Cuando la envidia se queda dentro, se transforma en resentimiento, autocrítica y rabia hacia los demás… pero también, y sobre todo, hacia nosotros mismos.
La envidia: una emoción natural que podemos transformar
He tenido alumnas que me decían: “Me da envidia ver a otras madres tan estupendas y perfectas con sus hijos, mientras yo siento que fallo siempre”. Mi respuesta es siempre la misma: la envidia no es más que una señal. Nos está mostrando lo que deseamos, lo que también queremos vivir. Si la usamos como indicador de nuestros verdaderos deseos, deja de ser enemiga y puede convertirse en nuestra aliada.
Por ejemplo, si me da envidia alguien que habla en público con seguridad, puedo transformarla en inspiración: ¿qué necesito trabajar en mí para sentirme más segura o más libre al hablar en público? En lugar de hundirme y hacerme sentir peor con la comparación, puedo convertir esa emoción en un motor de cambio personal.
Historias reales de cómo la comparación nos hace daño
Recuerdo el caso de una alumna que, durante prácticamente toda su vida pensaba que tenía algo defectuoso en ella. Su madre la comparaba con su hermana menor en todo: las notas, la ropa, hasta la manera de hablar. Esa dinámica llena de reproches e injusticias le hacía sentir que nunca alcanzaba el nivel exigido por su madre. Trabajando juntas sus heridas de la infancia y su autoestima, a través del Coaching de vida, descubrió que no había nada malo en ella; lo que había era una herida de rechazo y también herida de abandono. Esa toma de conciencia fue el primer paso para sanar.
En mi propia experiencia, también me vi atrapada en la comparación. Había temporadas en las que me sentía inferior a otros profesionales del Coaching, pensaba que nunca llegaría a su nivel de éxito. Y sin embargo, con el tiempo entendí que cada camino es único. La comparación solo me quitaba energía para avanzar en el mío.
Hoy día, me consideran referente en el Coaching de vida… Y no habría llegado a ese nivel de excelencia si me hubiera paralizado por los miedos, las comparaciones y la sensación de que nunca llegaría a ese nivel.
Por eso, una recomendación esencial es: empieza a pesar del miedo, a pesar de la autocrítica, incluso si no estás 100% satisfecha con lo que haces. La única manera de crecer y ser buena en algo es empezando, y también, cometiendo errores, permitiéndote ser imperfecta.
Ejercicios prácticos de coaching y PNL para dejar de compararte
Si sientes que la comparación no te deja avanzar, aquí te dejo algunos ejercicios sencillos que puedes probar y que enseño en mis cursos, talleres y formaciones:
- La Triada: cuando te descubras comparándote, cambia tu fisiología (respira hondo, estira el cuerpo), cambia tu enfoque (mira lo que sí tienes y valoras de ti) y cambia tu lenguaje interno (en lugar del “nunca lo haré bien”, prueba con “estoy aprendiendo cada día”).
- Ejercicio del espejo: escribe una lista de las personas que más te generan envidia o con las que más te comparas. Después, apunta qué es lo que realmente admiras de ellas. Pregúntate: ¿cómo puedo dar un paso pequeño hoy hacia eso que admiro?
- Trabajo con el niño interior: dedica unos minutos a imaginar a tu yo de 6 o 7 años, escuchando esas comparaciones. Escríbele una carta recordándole que no necesita demostrar nada para ser valiosa. Si quieres saber más de cómo sanar a tu niño interior, lee este artículo que escribí hace tiempo.
- Cambio de creencias: identifica la creencia raíz (“no soy suficiente”, “si no destaco, no me quieren”) y busca evidencias en tu vida actual que contradigan esa idea. Refuérzalas a diario. Puedes aprender a cambiar las creencias limitantes en este artículo mío.
Cómo sanar la herida de “no soy suficiente”
Sanar no significa que un día dejemos de compararnos para siempre. Significa que cada vez que la comparación aparezca, podamos reconocerla y elegir otra respuesta. Que podamos tratarnos con amabilidad y recordar que nuestra valía no depende de ser mejores que nadie, sino de vivir desde lo que somos, desde nuestra esencia.
Cuando trabajamos en nuestras heridas de infancia (esa niña que se sintió ignorada o injustamente comparada) estamos haciendo que el peso se aligere. Poco a poco, dejamos de mirar tanto hacia fuera y lo que piensan los demás y volvemos a mirarnos por dentro, reconociendo nuestra propia luz.
Porque al final, lo que nos saca de la trampa de la comparación es aprender a mirarnos con ojos compasivos. Y desde ahí, es mucho más fácil dejar de sentir que nunca somos suficientes.
Si este tema resuena contigo, recuerda: no estás sola. Todos, en algún momento, hemos sentido el peso de compararnos. Lo importante es que hoy puedes empezar a elegir otra manera.
Si quieres aprender a gestionar tus emociones, creencias, y descubrir cómo el Coaching de vida puede ayudarte, te invito a revisar mis formaciones como el curso SelfCoaching para ser tu propio coach o mi Certificación en Coaching de vida, que te ayudará tanto a nivel personal como para ayudar a sanar y crecer a otras personas.
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Lo que diferencia a esta formación es que no se limita a transmitir teoría ni a repetir pasos de forma rígida. Aquí trabajamos con la vida real, con la riqueza de lo que cada alumno trae y con la posibilidad de adaptar las herramientas a tu propio estilo. Además, la formación incluye un acompañamiento muy cercano: prácticas supervisadas, feedback constante, y un espacio seguro donde explorar tus propias transformaciones personales, porque solo cuando vives el proceso en ti puedes guiar a otros con autenticidad. El resultado es un camino en el que no solo te formas como coach, sino que te conviertes en un profesional empático, libre y preparado para generar cambios significativos en la vida de tus futuros clientes.
Para finalizar, cuéntame: ¿sueles compararte a menudo? ¿Te han comparado en tu infancia de manera constante y eso te dejó huella? ¿O tal vez ya has logrado cambiar en este aspecto? Me encantaría leerte y darte mi respuesta.
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