Cómo Sanar la Herida de Abandono
Hace unos meses me escribía una suscriptora preguntando cómo en mi caso concreto logré superar mi herida de abandono. Le comenté que era una respuesta tan amplia que haría un vídeo o un artículo en mi blog.
A pesar de que ya abordé este tema anteriormente, analizando en profundidad la herida de abandono y su máscara, hoy quiero ofrecerte un artículo basado en mi experiencia profesional pero sobre todo personal, donde analizo cómo yo misma superé la herida de abandono. Aunque como verás al final, cuando se trata de heridas tan profundas, muchas veces se trata de aprender a convivir con esas heridas y a gestionarlas cuando se nos presentan.
Según Lise Bourbeau, autora del famoso libro «Las 5 heridas que te impiden ser tú mismo», la herida de abandono es una de las cinco heridas emocionales fundamentales que experimentamos en la infancia, junto con el rechazo, la traición, la injusticia y la humillación. En su enfoque, la herida de abandono se produce cuando, de manera real o percibida, sentimos una ausencia o falta de apoyo emocional de las personas que deberían habernos proporcionado amor y seguridad, como nuestros padres o cuidadores.
Esta herida genera en el niño una sensación de desprotección, soledad y dependencia, y en consecuencia, se desarrolla el temor a ser dejado o ignorado por los demás. A menudo, quienes llevan esta herida adoptan el rol de «dependiente», intentando inconscientemente retener a las personas en su vida para evitar la angustia de sentirse solos o desamparados.
Entre las principales características y comportamientos que Bourbeau identifica en quienes tienen esta herida están: el miedo a la soledad, la dependencia emocional, la ansiedad y miedo a la pérdida, una necesidad constante de aprobación y una autoestima inestable.
La herida de abandono es una cicatriz profunda que no solo afecta nuestras relaciones personales, sino que también impacta nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos. Para los que cargamos con esta herida, convivir con ella requiere un proceso de sanación y un compromiso de transformación que lleva tiempo y dedicación. A continuación, comparto algunas de las claves y aprendizajes que he descubierto en mi camino hacia la reconciliación con esta herida.
1# Reconocer el Legado Familiar de Abandono
En mi historia familiar, el abandono ha sido un hilo conductor a través de generaciones. Mi abuela paterna perdió a su madre siendo un bebé y fue criada por su tía, que se casó con su padre, y mi bisabuela materna fue abandonada por su marido, volvió a casarse y su segundo marido desapareció en medio de represiones estalinistas.
Este patrón de pérdidas y separaciones se dio en muchas otras ocasiones y he entendido que muchas de las emociones que siento provienen también de estas experiencias familiares no resueltas. Comprender y honrar esta herencia me ha permitido ver que el abandono no solo es mío, sino también una historia compartida y transmitida, algo que mi alma ha elegido sanar en mí para sanar a mi linaje y mis descendientes.
El primer paso es reconocer este legado familiar en tu clan y lo que ha significado para ti y tus ancestros.
2# Reconocer y Aceptar el Miedo al Abandono en Mis Relaciones
Además, se trata de algo que viví yo misma, pues mis padres que eran muy jóvenes cuando nací y no tenían casa en condiciones, por lo que fui criada por mis abuelos hasta los 10 años. Esta experiencia temprana generó en mí un miedo persistente a ser abandonada, un temor que se manifiesta de diferentes formas.
Por ejemplo, en relaciones de pareja, a veces decidía terminar una relación si sentía que la otra persona podría irse primero, por miedo a enfrentar el dolor del abandono de nuevo. Otras veces, prolongaba relaciones dañinas por temor a la soledad.
Reconocer cómo se activa esta herida en mis relaciones y tomar conciencia de cómo influye en mis decisiones fue un primer paso fundamental para empezar a sanarla.
3# Aprender a Soltar y Dejar Ir
Uno de los aprendizajes más significativos fue darme cuenta de que en esta vida nada es completamente nuestro, y que el control absoluto es una ilusión. Esto incluye nuestras relaciones, posesiones y hasta la vida de quienes amamos.
Un paso clave en mi proceso de sanación fue aceptar que perder es parte de la vida, que mis seres queridos, incluidas mis hijas, pueden enfermar, cambiar o alejarse. Abrazar esta realidad y soltar el apego al control me permitió empezar a disfrutar de mis vínculos sin el constante temor de perderlos.
Recuerdo un momento crucial en este camino: al poco tiempo de comenzar una relación seria, mi pareja se mudó temporalmente a Alemania por trabajo. Aunque habíamos empezado a convivir, de repente me encontré sola en su piso, rodeada de sus cosas y sumida en una profunda tristeza.
Aquel día fue duro, pero llorar y permitir ese dolor me ayudó a aceptar que el abandono y la pérdida son parte de la vida.
4# Sanar a Mi Niña Interior a través de mi Yo Adulta y Madre
La herida de abandono es, en el fondo, un dolor de desprotección y carencia de contacto. En mi proceso de sanación, he tenido que conectar mucho (y sigo haciéndolo) con mi niña interior, prometiéndole que pase lo que pase siempre estaré para protegerla. Este acto de reconectar y asegurarme a mí misma que no me abandonaré me ayudó a mitigar el miedo de mi niña herida, recordándole que ya no está sola y que la adulta en mí sabe cómo cuidarla.
Si quieres conocer más sobre cómo sanar a tu niño interior, tienes este artículo donde lo cuento.
5# Reescribir Mi Historia: De Niña Abandonada a Mujer Fuerte
Parte de mi proceso consistió en redefinir quién soy. Puedo verme como una niña abandonada, o como una mujer resiliente que ha construido su propio camino. Reescribir mi historia me dio el poder de ser yo misma quien nutre y guía a la niña que un día sintió la falta de amor y apoyo. No todos tuvimos padres cercanos o presentes, pero todos podemos aprender a ser esos padres amorosos y protectores que nuestro niño interior necesita.
De hecho, un efecto habitual en las personas con herida de abandono es sentirse pequeños, indefensos, con lástima por sí mismos. Romper con este patrón es una de las claves, dándote cuenta de que ya no eres ese bebé abandonado sino creador de tu propia vida.
6# Soltar la Necesidad de Control y Confiar en la Vida
Las personas con herida de abandono solemos tener una gran necesidad de seguridad, un «colchón» que nos brinde estabilidad, ya sea económico o emocional. Yo misma, siendo madre, encontraba paz en mis ahorros y en asegurar lo esencial para mi familia. Sin embargo, aprendí también a soltar esa necesidad de control rígido y a confiar en que la vida misma me sostiene, que hay un equilibrio entre la precaución y la libertad de confiar en que lo esencial siempre estará.
En este camino, descubrí que el miedo no es real, sino una proyección de nuestra mente. Lo único verdadero es el amor y la confianza en que siempre tendremos lo necesario para salir adelante.
7# Poner límites y dejar de buscar aprobación de los demás
Otra clave ha sido aprender a poner límites. Por miedo a no gustar a los demás y ser abandonada por ellos, a menudo aceptaba un trato que no era el adecuado, me encargaba de tareas que no me correspondían o mantenía amistades y parejas que me menospreciaban sólo para no quedarme sola. Sea en una fiesta, sea en un viaje, etc.
Sí, al poner límites algunas personas desaparecieron de mi vida. O me tacharon de egoísta o me criticaron por mi actitud. Pero con el tiempo me di cuenta de que es algo natural y hasta positivo que algo así suceda.
Decir no a día de hoy me resulta incómodo, pero a pesar de esa incomodidad, lo hago y puedo asegurarte que con esto aumenta mi autoestima.
8# Empezar a cuidarme y ponerme en primer lugar
Las personas con la herida de abandono a menudo nos abandonamos a nosotras mismas. No nos cuidamos, nos preocupamos más por los demás que por nosotras mismas. A veces un acto tan sencillo como hacer ejercicio, ponerme cremas en la cara o comprarme ropa bonita son muy importantes a la hora de trabajar con esta herida.
En realidad, aunque te cueste hacerlo o te digas que es innecesario, que tienes otras cosas más importantes que hacer, al realizar estos actos de autocuidado estás diciéndole a tu inconsciente: soy importante, me cuido, merezco ser escuchada y vista.
9# Atreverme a Hacer las Cosas Sola
Para quienes tenemos la herida de abandono, la soledad puede resultar muy incómoda. Preferimos realizar actividades en compañía, ya sea con nuestra pareja, amistades o hijos. Recuerdo que hace algunos años me incomodaba profundamente la idea de ir sola a un gimnasio nuevo; me sentía mucho más segura acompañada de mi marido. Sin embargo, al identificar este patrón, decidí enfrentar esa incomodidad y empezar a ir por mi cuenta. Poco a poco, comencé a acostumbrarme y a sentirme más segura haciéndolo.
Lo mismo sucedía con la idea de comer sola en un restaurante. Una vez, mientras vivía en Holanda, tuve una grata sorpresa al encontrarme disfrutando sola en una cafetería mientras trabajaba en mi portátil. Esa experiencia fue reveladora: me di cuenta de que, paso a paso, estaba superando mi miedo a hacer las cosas sola y ganando confianza en mí misma.
10# Mostrarme con Mis Talentos
Otra de las cosas que más difícil nos resulta a las personas con la herida de abandono es mostrarnos, brillar, hablar bien de nosotros. ¿Y si le produzco envidia a alguien? ¿Y si alguien se incomoda?
Hace poco, viendo un capítulo de una de mis series favoritas, la versión americana de The Office, tuve un “momento ahá” que me hizo click.
La escena era simple: un empleado fiel (Dwhigt) le contaba a su jefe (Michael Scott) lo bien que lo había hecho en un discurso tras recibir un premio importante. Pero en lugar de felicitarlo, el jefe, que había salido a mitad del evento por pura envidia, se inventó una historia absurda sobre alguien que conoció en un bar para desviar la atención. Ahí lo vi claro: lo que me había ocurrido tantas veces tenía que ver, en realidad, con la envidia.
Lo que sentí al verlo fue un alivio y, a la vez, algo de tristeza. Me di cuenta de que había dejado de compartir mis logros con algunas personas para no incomodarlos.
Comprendí que, muchas veces, esas personas no me veían como alguien “merecedor” de esos logros. Y cuando les contaba algo que rompía su percepción de mí, preferían ignorarlo. Esta revelación me hizo reflexionar: si mis logros despiertan envidias, entonces tal vez es hora de empezar a compartirlos sin miedo. Porque si al hacerlo ciertas personas se alejan o incluso cambian su percepción de mí, es algo en realidad positivo. Es algo de lo que ya hablé en uno de mis artículos del blog más leídos: La envidia y la Ley del Espejo.
11# Aceptar y Saborear el Dolor como Parte de la Vida
Al ir sanando la herida de abandono, he comprendido que no se trata de eliminar el dolor del abandono, sino de aprender a convivir con él. Escucho a mi herida cuando se manifiesta, le doy espacio, lloro cuando lo necesito y atiendo mis emociones. Aprender a convivir con este dolor significa aceptar que la tristeza y la soledad son emociones válidas, y al permitirme sentirlas, me conecto con una verdad profunda de mi ser.
Sé que habrá momentos que vuelva a aparecer pero ahora la conozco, la reconozco, puedo mirarla de frente. Puedo ser compasiva con este dolor y sólo dándole espacio a la tristeza que me llega, ya estoy en el proceso de sanación.
12# La Espiritualidad y el legado a generaciones futuras
A través de la sanación de mi propia herida de abandono, he podido observar que también ayudo a mis hijas a sanar. Veo en una de ellas las señales de esta herida, aunque he estado a su lado cada día. Al sanar mis propios miedos, confío en que estoy creando para ella un espacio de seguridad y amor que rompe el ciclo del abandono.
La espiritualidad ha sido clave en mi proceso. Comprender que somos almas infinitas, que la muerte y la separación son experiencias temporales, me ha dado una perspectiva que trasciende el abandono físico o emocional. Hablar con mis hijas sobre la muerte física, la eternidad del alma y el poder de soltar el miedo, me permite sanar no solo mi historia, sino también la de ellas, enseñándoles desde pequeñas a ver el abandono desde otra óptica.
Conclusión: Aceptar la Herida y Aprender a Vivir con Ella
Más que deshacernos de la herida, el verdadero trabajo es aprender a convivir con ella, a escucharla y dialogar con las emociones que trae. En lugar de temerla o evitarla, podemos integrar esa parte de nosotros con amor y compasión, reconociendo que esta herida es también una maestra que nos lleva hacia la sanación y el crecimiento.
La sanación de la herida de abandono no es un proceso de un solo paso; es un viaje de transformación y aprendizaje constante. Es un viaje que nos enseña a confiar, a soltar y a encontrar en nosotros mismos la paz y seguridad que creíamos perdidas.
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