Tus Hijos, tus Maestros: 5 Claves para Ser Más Auténtica

Hoy te traigo un artículo escrito por Irene López, en el que te trae una guía para madres: 5 cosas que convierten a tus hijos en tus maestros de vida y te ayudarán a descubrir tu autenticidad.

Irene es una de mis alumnas de la Formación de Coaching de Vida y hoy una coach excelente, además de una bella persona y asistente en mi escuela de Coaching. Se define como Coach de Vida experta en Desarrollo Consciente y ayuda a mujeres a ser libres de elegir su propio camino amándose a sí mismas y amando su vida. Espero que disfrutes de este bonito artículo escrito desde la autenticidad y su experiencia como coach y madre.

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Ser mujer y además madre es algo que sólo entiende otra mujer y madre.

No porque seamos una especie diferente o mejor al resto, sino que por nuestro interior pasa un torrente de sentimientos que antes de ser madres no sentíamos y que, en muchos casos, nos cuesta poner en palabras, sobre todo cuando después del paso de los años, hemos llegado a normalizar lo que te voy a contar a continuación.

El embarazo

Como madre de 3 hijos, puedo contarte que ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Y digo esto, a pesar de haber pasado 3 embarazos complicados, además de que parecía que cada embarazo venía acompañado de circunstancias externas súper retadoras.

El primero y el último fueron especialmente estresantes, lo que me ha llevado a tener que sanar la culpa que sentí por mucho tiempo por haberle transmitido todo ese sufrimiento a mis hijos desde el vientre en lugar de haber sido esa madre consciente que vive su embarazo con felicidad y emoción mientras se prepara para recibir a su bebé.

Incluso desde que nacieron me culpaba por no ser una mejor madre, por venirme abajo y a veces sentir que no estaba a la altura y que no podía más. Vivía con la creencia de que una madre no puede mostrarse vulnerable ante sus hijos y que eso me volvía débil e insuficiente.

Esto lo cuento con la intención de, en el caso de que hayas pasado por sentimientos parecidos, decirte que nada de lo que te lleve a sentir culpa es objetivo ni justo, ya que en cada situación hiciste lo que pudiste con lo que tenías, por lo cual no puedes exigirte o reclamarte ni mucho menos seguir castigándote mentalmente, porque simplemente no sabías manejarlo de otra manera en ese momento.

Lo que realmente importa es que aquí estás, tomando consciencia, para ir liberándote de las cadenas de la culpa y el castigo, para aceptar que todo lo que pasa nos regala un aprendizaje y es una oportunidad de crecer y elevar nuestro nivel de consciencia, viviendo a partir de lo que ya hemos vivido con la sabiduría del presente y sabiendo que seguiremos aprendiendo hasta el fin de nuestros días en este plano.

Así que suelta toda presión, que nuestra misión principal en la vida es ser una eterna aprendiz.

Ser mamá

Para mí, la maternidad también me ha traído la inmensa bendición de hacerme evolucionar a unos niveles que jamás pensé posibles y a iniciar un trabajo personal en el que mis hijos han sido un inmenso aliciente: ser yo el ejemplo de que pueden conseguir lo que quieran en su vida siendo ellos mismos (Aquí te cuento mi historia).

Llevo más de 10 años conviviendo con mis mayores (y mejores) maestros de vida. En estos años la vida me trajo retos importantes y grandes obstáculos de los que he ido saliendo con menor o mayor dificultad. La cuestión no es que el mero hecho de ser madre ya sea la llave mágica para convertirnos en SuperWoman y ser invencibles.

De hecho, ser madre es un deporte de riesgo. Por un lado, puede convertirte en un ser humano de cualidades excepcionales, incluido ese sentido arácnido que deja a tus hijos con la boca abierta y diciendo: Pero, mi madre, ¿cómo se ha dado cuenta de esto?

Y por otro, puede convertirte en un ser humano sin identidad propia, desconectada de tu esencia y perdida en una vida en la que tu existencia se ha convertido en un bucle de “no tengo tiempo para…” y viviendo en automático, sin disfrutar de la paz que da disfrutar de la belleza de la vida.

De hecho, es muy común que ocurran ambas realidades, lo que convierte la maternidad en un arma de doble filo. La buena noticia es que con este artículo aprenderás cómo utilizar esta “arma” con maestría para vivir una vida plena y feliz gracias a tus hijos.

A pesar de las maravillosas experiencias que, como mamás, nos llenan el alma a manos llenas, también se multiplican ciertos retos y desafíos tanto internos como externos que nos ponen a prueba, como nuestra paciencia, nuestra calma, nuestros límites, así como el confiar, el soltar las expectativas, el aceptar y dejar fluir…

Además, puede que en momentos más complejos sintamos el peso de llevar TODO pa’lante, tanto si tenemos pareja como si no. Puede que a veces sientas que, si no eres tú, nadie lo hará. Y es que seguramente conocerás el dicho “madre no hay más que una”.

¡No existe MAYOR verdad!

Nadie ama y cuida como mamá, nadie escucha como mamá, nadie sana y calma como mamá, nadie besa y acaricia como mamá, nadie cocina como mamá, nadie está siempre ahí… NADIE transmite la energía de una madre…

Así que, SÍ, eres única e irreemplazable. Y como todo poder, conlleva una gran responsabilidad… No es raro que, en ese proceso de cuidar de nuestra familia, nos “olvidemos” de nosotras mismas, ya sea porque hemos comprado la creencia de «Lo primero son mis hijos» o la “súper” creencia de «Si pienso en mí estoy siendo egoísta». Incluso pensamientos como «No soy una buena madre si…» o «Qué van a pensar de mí los demás si yo hago o digo…».

¿Son malas estas creencias? Bueno, vamos a ir dejando atrás el juicio de «bueno» o «malo» para ir sustituyéndolo por preguntas que nos sirven para tomar consciencia, como por ejemplo:

¿Esta creencia me potencia o me limita? ¿Es una creencia de abundancia o escasez? ¿Cómo me hace sentir este pensamiento? ¿En quién me convierto con esta creencia? ¿Cómo actúo con este pensamiento?

¿La cuestión cuál es? Que queremos ser la mejor madre, pareja, amiga, profesional…

Y este deseo revela el excelente ser humano que eres, la excelente madre, pareja, amiga y profesional… si no, no te plantearías estas cuestiones. No te importarían como te importan.

Pues bien, ahora viene la parte buena, pero, a la vez, la más difícil.

Lo que toda mamá debe entender

Para ser todo eso que queremos ser, primero debemos nutrirnos a nosotras mismas.

¿Por qué primero? Recuerda, TODO en el universo es energía (nosotros incluidos) y no tenemos lo que queremos, sino lo que somos. Así que, abre tu mente y expande tu consciencia con estos dos puntos esenciales:

  1. Sólo podemos dar… si estamos llenas. Y sí, puedes dar aun cuando no sabes ni de dónde sacar, pero, ¿desde dónde estás dando en ese caso? ¿desde la plenitud o desde la supervivencia? ¿desde el amor o desde el miedo a perder? ¿desde una vibración alta o baja?
  2. Sólo podemos cuidar… si tenemos energía. Nuestra vida se mide por nuestro nivel de energía. Es como tener un tupperware del que vamos sacando raciones, pero como todas bien sabemos, desgraciadamente los tuppers… se vacían. La gran diferencia entre nosotras y los tuppers es que si nos vaciamos, cuesta mucho tiempo y esfuerzo, a veces, a través de enfermedades (nuestro cuerpo hablándonos y pidiéndonos atención), estrés, ansiedad, desánimo, apatía, negatividad, incluso depresión, etc. Los cuales, evidentemente, tienen una repercusión a corto, mediano o largo plazo, no sólo para nosotras sino para quienes nos aman. Por lo que es nuestra responsabilidad y un acto de amor el que cuidemos nuestra energía física, mental y emocional.

Y es que sólo podemos amar incondicionalmente… cuando nos amamos incondicionalmente. Es un intercambio de dar y recibir. Debe existir un equilibrio, orden, coherencia. Y esto lo conseguimos cuando nos damos el permiso, nos reconocemos, nos conectamos a nuestra esencia, a nuestro ser, nuestra verdad.

En este momento puedes estar pensando… Muy bien, pero, y eso… ¿Cómo se hace en la vida real?

Hacerte esta pregunta es totalmente NORMAL.

Puesta en acción

Así que, después de haber entendido la importancia de cuidar de ti misma en todo sentido, podemos ir a la siguiente fase, que es: conocerte a ti misma, reconocer tu autenticidad y tu esencia. ¿Por qué? Porque sólo así podrás satisfacer tus valores y necesidades para así vivir en coherencia, es decir, en orden y equilibrio con tu esencia y no en contra de ella, viviendo una vida en la que no tienes energía, no te sientes plena y realizada.

Y aquí es donde convivir con nuestros niños es un incalculable REGALO.

Habrás escuchado que nuestros hijos son nuestros pequeños grandes maestros de vida. Y es cierto, han venido a enseñarnos en este plano. Pero también, en el sentido más material de la palabra, son grandes maestros de cómo vivir una vida que merece la pena vivir, la vida de la cual estás enamorada. Y al observarlos con la intención de aprender de ellos, te darás cuenta de estas cosas (entre otras muchas más) que nuestros niños hacen maravillosamente:

1. Viven el presente

No se inquietan por el pasado o el futuro, siendo plenamente conscientes y estando PRESENTES en el momento presente, inmersos en el ahora, exprimiendo las sensaciones que les aporta lo que están haciendo en el momento. Pero, nosotras, ¿cuántas veces no estamos haciendo algo o estamos con nuestros hijos pensando en lo que tenemos que hacer después o en lo que hicimos o teníamos que haber hecho y no hicimos? Pensamos que somos más capaces por querer abarcar más y más. Pero ¿qué es lo que está pasando realmente? Que nos perdemos el presente, es decir, LA VIDA.

Recuerda que la vida sólo existe aquí y ahora, todo lo pasado o futuro no existe. Sin embargo, si paramos y simplemente nos convertimos en aprendices de nuestros hijos, aprenderemos cómo vivir en el PRESENTE. Y con esto tomar más consciencia de lo que sí tenemos, de lo que nos aporta esa actividad en concreto que estamos haciendo en este momento, sin importar que sea ducharnos o limpiar la cocina, y verás cómo se reduce esa ansiedad y estrés que nos trae el estar en cualquier otro momento que no sea el aquí y el ahora, para simplemente ser tú siendo tú.

2. Expresan sus emociones sin filtros

Los niños no reprimen sus emociones. Lloran, ríen, gritan y muestran su alegría o tristeza sin miedo al juicio. Además, son expertos en no aferrarse a las emociones desagradables como la tristeza o la rabia, ya que una vez éstas bajan su intensidad y se van, recuperan rápidamente su estado natural que te comentaré en el punto número 4. Esta capacidad, tan sana y necesaria, para expresar lo que sienten nos enseña a ser más honestas y auténticas con nosotras mismas y con los demás.

Su ejemplo nos invita a no temerle a nuestras emociones, sino a abrazarlas como parte de nuestra esencia, sin negativizarlas ni juzgarlas, sino tomándolas como lo que realmente son: mensajeras, que nos traen consciencia a lo que necesitamos prestar atención en nuestro interior y en nuestra vida, y una vez comprendidas, abrazarlas y atenderlas con gestión e inteligencia emocional.

3. Su curiosidad no tiene límites

La curiosidad innata de los niños les lleva a explorar, preguntar y descubrir el mundo sin prejuicios. Ellos no temen equivocarse o parecer ignorantes… simplemente buscan aprender. No sé bien en qué momento de nuestra vida compramos la idea de que «crecer» y «ser adulto» significa cerrarnos a nuevas experiencias por miedo al fracaso o al qué dirán.

Los niños nos enseñan que la curiosidad es una gran aliada para cada faceta de nuestra vida, es una puerta a la autenticidad, a comprendernos mejor a nosotras mismas y a los demás. A ser como ese detective que va más allá de lo superficial, va a la profundidad de las cosas.

¿Por qué me siento así? ¿Cómo mejoraría mi vida en mi salud, en mis relaciones y en mi economía, si cambio de pensar, sentir y actuar? ¿Por qué mi hijo/a, pareja, amiga, compañera, etc., ha reaccionado así? Tener la curiosidad de tus pequeños te llevará a crecer, aprender, descubrir nuevas habilidades y facetas y redescubrir tus verdaderas pasiones, tu creatividad y autenticidad.

4. Son felices por naturaleza

Es decir, ser felices es su estado natural. Los niños encuentran maravillas en lo más simple, desde un palito hasta una caja de cartón con la que se divierten durante horas. Cuántas veces hemos dicho: “Qué poquito hace falta para hacer feliz a un niño…”. Y es cierto. Los niños disfrutan de las cosas simples de la vida, y a eso se le llama: Ser feliz. No necesitan motivos ni grandes cosas o eventos para asombrarse e iluminárseles los ojos de emoción. Por supuesto que se enfadan y patalean y se pelean con sus hermanos, pero ¿cuánto tiempo dura eso? El tiempo que dura esa emoción intensa, es decir, segundos o minutos.

Además, esta capacidad de asombro que nos enseñan los niños, nos recuerda la importancia de valorar las pequeñas cosas de la vida, algo que fácilmente perdemos de vista y damos por sentado. Incluso, tristemente, muchos de nosotros cuando ya no éramos tan niños, aprendimos a reprimir nuestras emociones, como la capacidad de asombro, reemplazándola por apatía, aparentando que nada nos sorprende por miedo al juicio, a que pensaran que somos unos “pringaos” o parecer “tonta”.

Recuperar esta habilidad de permitirte SER TÚ, ser feliz, disfrutar y expresar lo que te hace sentir bien, lo que te maravilla, lo que te asombra, te ayuda a reconectar con una visión más auténtica y agradecida del mundo, a apreciar lo que tienes, lo que disfrutas cada día, como el color del cielo al amanecer, respirar el frescor de la mañana, el cantar de los pájaros, incluso el movimiento de la vida en la ciudad, los momentos de calma, de complicidad, risas y ratos de juego con tus hijos siendo esa niña que llevas dentro, una palabra o mirada amable con alguien con quien coincidimos en el día…, y la lista es infinita.

5. Son fieles a ellos mismos

Los niños pequeños son auténticos porque aún no han sido condicionados por las expectativas sociales. Ellos actúan según sus deseos y necesidades, sin preocuparse por lo que otros puedan pensar. Esta autenticidad natural nos inspira la valentía de ser fieles a nosotras mismas, a recordar quiénes éramos antes de que las opiniones externas comenzaran a programar nuestros pensamientos, emociones y acciones. A escuchar a nuestro cuerpo, a poner límites sanos, a ser autocompasivas y comprensivas, a cultivar nuestro amor propio, nuestra confianza y seguridad para ir a por lo que queremos, aunque nos dé miedo.

Te recomiendo tomar esta lista como una guía para auto-conocerte mejor, para tomar consciencia en tu día a día y para elegir desde esa consciencia quién quieres ser y cómo vivir tu propia vida según lo que sientes y necesitas a cada momento y cada día de tu vida, aprendiendo de la sencillez y frescura de tus pequeños grandes maestros de vida, tus amados hijos.

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Soy Irene, Coach de Vida experta en Desarrollo Consciente.

Discípula de María Mikhailova, una excelente maestra de vida y mi principal formadora como coach de vida, con la que tengo el honor de compartir mi camino y, gracias a ella también, profesión.

Mi misión es ayudar a mujeres a ser libres de elegir su propio camino amándose a sí mismas y amando su vida.

Mi visión es que en cada lugar del planeta haya una mujer conectada con su esencia sabiendo quién es y lo que quiere ofrecer al mundo.

Puedes conocerme un poquito más a través mi página web: https://irenelomar.com/

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