Las trampas del perfeccionismo: causas y cómo afectan a tu Autoestima

¿Te exiges demasiado, te cuesta permitirte el error o te paralizas ante la idea de no hacerlo perfecto? Si es así, probablemente estás cayendo en una de las trampas más comunes del crecimiento personal: el perfeccionismo. No es casualidad que muchos de mis clientes lleguen al coaching con esta misma lucha interna.

Frases como “tengo que hacerlo bien”, “si no es perfecto, no sirve”, “no me permito fallar”, “me comparo todo el tiempo” o “no soy lo suficientemente bueno” son frecuentes en quienes viven con una alta autoexigencia. Personas brillantes, comprometidas, sensibles… pero profundamente cansadas. Cansadas de luchar contra sí mismas. De exigirse más de lo que pueden dar. De sentirse en deuda constante con una versión idealizada de lo que creen que deberían ser.

Hace poco, un lector me hizo una pregunta muy poderosa: ¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos a nosotros mismos? Y es que muchas veces somos capaces de comprender y perdonar los errores de los demás, pero no aplicamos la misma compasión hacia nosotros. Nos juzgamos con dureza, nos sentimos culpables y seguimos adelante con la sensación de no estar haciéndolo bien.

Esta dificultad para perdonarnos está directamente relacionada con la autoestima. Porque cuando creemos que solo valemos si lo hacemos perfecto, cuando nos medimos por nuestros logros y nunca es suficiente, nuestra autoestima se desgasta, se debilita y se desconecta de nuestra verdadera esencia.

Como este artículo me quedó extenso, he decidido dividirlo en dos partes. En esta primera entrega te hablaré de las causas más habituales del perfeccionismo, y en la próxima compartiré estrategias desde el coaching y la PNL para comenzar a transformarlo desde dentro.

La familia: el primer espejo

Muchos de los rasgos que arrastramos como adultos tienen su origen en la infancia. En mi caso, crecí en una familia de músicos en la URSS, donde el nivel de exigencia era extremadamente alto. La idea era clara: había que destacar, ser el mejor, esforzarse al máximo. Mi hermana debía convertirse en una violinista de élite. Yo, en una pianista impecable. No había margen para el error. El éxito no era opcional, era una obligación.

Lo curioso es que, pese a haber crecido en el mismo entorno, mi hermana y yo lo vivimos de formas muy distintas. Ella se entregó por completo a ese ideal. Yo, en cambio, me rebelé internamente. No porque no tuviera talento, sino porque esa presión me alejaba del disfrute. Prefería jugar antes que pasar horas frente al piano. Y eso me generaba culpa, porque no estaba cumpliendo las expectativas.

La familia es muchas veces la cuna de nuestras creencias más profundas: sobre el valor, el esfuerzo, el reconocimiento y la valía personal. Y lo que es más delicado: muchas de esas creencias se convierten en mandatos inconscientes que arrastramos toda la vida. Incluso cuando ya no están nuestros padres diciéndonos qué hacer, hay una voz interna que los representa y que nos sigue exigiendo igual o más que ellos.

“Debes ser responsable”, “no puedes fallar”, “hazlo mejor”. Esa voz interna suele ser una réplica de lo que escuchamos y absorbimos en casa.

Además, con frecuencia repetimos el patrón con nuestros propios hijos o parejas, exigiéndoles a ellos lo que aún no hemos resuelto en nosotros mismos.

La educación y el sistema de evaluación

Más allá de la familia, la educación es otro gran escenario donde se cultiva el perfeccionismo. Desde pequeños aprendemos que el valor se mide en notas, que equivocarse es algo malo, que solo los mejores son reconocidos. La cultura del esfuerzo y la recompensa nos lleva a creer que nuestro valor está condicionado al rendimiento.

Este modelo de valoración constante basado en la comparación y juicio genera una mentalidad muy concreta: “si me equivoco, soy menos”. Y así, desde la infancia, empezamos a asociar el error con la vergüenza, el fracaso con el castigo, la imperfección con la falta de amor o reconocimiento. Lo más alarmante es que este modelo no fomenta el aprendizaje, sino la inseguridad. Muchos adultos que fueron excelentes alumnos son hoy personas paralizadas por el miedo a no hacerlo igual de bien en otros ámbitos de su vida.

Una sociedad obsesionada con la imagen

Vivimos en una cultura que idealiza el éxito, la belleza, la juventud, el control. A través de los medios, las redes sociales, la publicidad o incluso el entorno profesional, se nos muestran estándares de perfección prácticamente inalcanzables. Y si no los alcanzamos, sentimos que estamos fallando.

Compararnos con otros se convierte en un hábito inconsciente. Miramos vidas aparentemente perfectas, sin ver el detrás de escena, y eso nos hace sentir insuficientes. Queremos ese cuerpo, esa pareja, ese trabajo, esa seguridad. Pero sin ver los sacrificios, los errores y los procesos que hay detrás. Esta comparación constante nos desconecta de nosotros mismos. Y en lugar de aceptar nuestra autenticidad y diferencia, buscamos encajar en moldes ajenos. El resultado es un vacío interior que, por mucho que logremos externamente, nunca termina de llenarse.

Nuestros referentes y su doble filo

Todos tenemos modelos que admiramos. Personas que consideramos exitosas, sabias, inspiradoras. El problema no es admirar, sino compararnos desde la carencia. Mirar sus logros y sentir que nunca estaremos a su altura. Muchas veces olvidamos que esos referentes también tuvieron un comienzo, que también cometieron errores, que probablemente tuvieron apoyo o recursos que nosotros no tuvimos. Y sobre todo, que lo que vemos es solo una parte de su historia.

Cuando el perfeccionismo se activa desde la comparación, entramos en una espiral de frustración. Porque no partimos del mismo lugar, no tenemos las mismas herramientas, y sin embargo nos exigimos el mismo resultado.

Baja autoestima y búsqueda de aprobación

En el fondo del perfeccionismo suele contener una herida de la infancia: la sensación de no ser suficientes tal y como somos. Por eso buscamos demostrar nuestra valía. Queremos que nos reconozcan, que nos valoren, que nos aplaudan. No por vanidad, sino por necesidad, por esa carencia. Creemos que si hacemos las cosas perfectas, nos van a querer más. Que si no fallamos, seremos aceptados. Que si brillamos, por fin dejaremos de sentirnos inseguros.

Pero la aprobación externa no puede sanar una autoestima dañada. Solo la autoaceptación puede hacerlo. Cuando entregamos nuestro valor a juicio de los demás, vivimos atrapados en un rol que nos aleja de nuestra autenticidad. Y cada error se vive como un fracaso personal, no como una oportunidad de crecimiento.

El carácter también influye

Aunque el entorno tiene mucho peso, no todo se explica por la familia o la educación. Hay personas que, incluso habiendo crecido en el mismo contexto, desarrollan diferentes niveles de perfeccionismo. La personalidad también influye.

Hay quienes son más autoexigentes por naturaleza, más sensibles a la crítica, más inclinados a buscar el control. Otras personas, en cambio, son más flexibles, más espontáneas o tolerantes al error. Lo importante es observarnos con honestidad. Reconocer nuestras tendencias sin juicio. Y entender que el perfeccionismo no es una etiqueta, sino una forma de afrontar la vida que podemos aprender a transformar.

Un primer paso hacia la libertad interior

El perfeccionismo, aunque a veces nos haya servido para avanzar o destacar, se convierte en un límite cuando nos impide vivir en paz, disfrutar del proceso o simplemente ser. Reconocer sus causas es el primer paso para desmontar sus mecanismos.

Porque detrás del perfeccionismo no hay un defecto, hay una necesidad no escuchada: ser amados, ser vistos, sentirnos seguros. Y esa seguridad no nace de hacer las cosas perfectas, sino de aceptarnos tal como somos, con nuestras luces y nuestras sombras, con nuestros errores y nuestros aciertos. En la segunda parte de este artículo te contaré cómo trabajar con el perfeccionismo desde el coaching y la PNL. Qué herramientas puedes aplicar para soltar el control, abrirte a la vulnerabilidad y empezar a confiar más en ti. Pero antes de avanzar, me encantaría que te tomaras un momento y respondieras:

¿Te consideras una persona perfeccionista?
¿De dónde crees que viene esa exigencia en tu vida?

Me encantará leerte.

Y si quieres saber más sobre cómo dejar de ser perfeccionista, te invito a leer la segunda parte de este artículo.

31 comentarios

  1. Hola María:
    Me ha gustado mucho el artículo y el video de este chico. Me he visto muy pero que muy reflejada en el tipo número 1 del eneagrama. Yo he llegado a la conclusión de que ya no se trata de esforzarme con cambiarme a mi misma porque eso me lleva a un nivel de ansiedad bárbaro sino de aceptar que soy luz y sombra al mismo tiempo y con esas dos cosas fluir con la vida. Un abrazo muy fuerte.

    1. Qué bien que lo hayas visto así de claro, Silvia. Yo también creo que aceptarnos es el primer paso: no tratar de luchar contra nuestra naturaleza, sino aceptar que tenemos luces y sombras, como humanos que somos, ¿verdad? Y a partir de ahí tratar de vivir con menos tensiones o presiones internas o externas. Muchas gracias por dejarme tu comentario, el primero de este post ;) Me ha hecho mucha ilusión verlo!

  2. Hola María, excelente artículo que refleja algo más común de lo que creemos.
    Como dices, hemos crecido con esos valores y dividimos el mundo y todo lo que nos rodea en bueno-malo, bien-mal, válido-no válido, y así infinidad.
    Esta polaridad no nos permite valorar la riqueza que hay en todo lo que nos rodea.
    Y también nos perjudica a nosotros claro. Porque no respetamos nuestros propios procesos de aprendizaje o de descubrimiento. Nos imponemos ser perfectos en todo.
    Yo recuerdo mucho agobio en mi infancia. Por eso quizá encontré en la escritura un medio con el que expresar mi realidad.
    Gracias por tan buen artículo! :)

    1. Hola Tere! Muchas gracias por comentar. Ahora que lo dices, yo también me refugié en la escritura durante mi adolescencia, porque ahí podía ser todo lo libre que quisiera: nadie me podía juzgar jeje. Si es que escribir sólo tiene beneficios! Un abrazo guapa!

  3. Efectivamente, María,
    Tal y como afirma Borja Vilaseca, la clave está en la aceptación.
    Yo creo que la aceptación es el «suavizante natural» del perfeccionismo.
    ¡Cuánta «colada mental» tenemos que hacer en nuestras cabecitas!
    Con la humildad como «detergente» y la aceptación como «suavizante» se disolverían muchas «manchas» perfeccionistas que en muchos casos emborronan nuestra valía y nuestra autoestima.
    ¡Recibe un fuerte abrazo!
    ¡Ah! Y ávida estoy por leer la segunda parte del artículo….

    1. Hola, amiga! Gracias por pasarte por aquí y dejar tu sabiduría en este blog. Me encantan las metáforas de «colada mental», «detergente y suavizante». Equivocarse es de valientes. No actuar por miedo a fallar éste es el problema del perfeccionista. Aunque yo sé bien que tú eres una valiente y harás grandes cosas. Por cierto, me encantaría ser parte de ello en un futuro: me presto a colaborar :)

  4. Hola, María!
    Muchísimas gracias por este artículo que me ha ayudado mucho a descubrir lo que puede estar detrás de mi perfeccionismo. Sí, yo también soy del «club»… ;-)

    En mi caso creo que es una mezcla de influencia familiar y de la educación que he recibido. Frases como «si vas a hacerlo mal, no lo hagas», o «las cosas se hacen bien, o no se hacen»nos han hecho mucho daño.

    Por supuesto, la baja autoestima estaba ahí también, haciendo de las suyas, (creemos que los demás nos querrán más, si somos mejores). Por suerte, es algo que con paciencia y cariño conseguí llegar a superar y ahora ya no necesito demostrarle a nadie lo que valgo.

    Aún así, creo que el perfeccionismo forma parte de mí y sigo siendo muy auto-exigente. De vez en cuando, me obligo a mí misma a hacer algo mal a propósito y a aceptar ese mal resultado que no me gusta, para «pararle los pies» a ese personajito exigente que llevo siempre encima…jajaja.

    ¡Un abrazo enorme, María!

    1. Hola Ana! Muchísimas gracias por comentar. Sé que a veces estamos faltos de tiempo, pero aprecio mucho esa generosidad!Por cierto, las dos frases que has dicho, ¿te puedes creer que me las repite mucho mi marido? Me acabo de dar cuenta que él ha tenido una fuerte influencia perfeccionista en su familia y a veces esa actitud cala tan hondo que uno ni siquiera es consciente de que pensar así no le beneficia. Me parece genial y admirable tu actitud de equivocarse a propósito para luego descubrir que no pasa nada: sigues viva, nadie te señala con el dedo, y sobre todo, que siempre se puede enderezar una situación desfavorable o un fallo. Un abrazo muy grande y agradezco tu esfuerzo por comentar, porque sé que estás a tope!

  5. Hola María . Que interesante gracias aclaraste demasiadas dudas mi hijo y hija son músicos . Son así como
    Dices el es muy perfeccionista de hecho le dan ansiedad ahora estudia en Estados Unidos y ayer me llamo diciéndome no se sí quiera ser músico puedo ir a casa en vacaciones de primavera . Falta un día . Como
    Así . Mami no se estoy angustiado . María y leyendo apenas estoy. Iniciando en PLN y no se como
    Poder ayudarlo gracias y me alimenta mucho lo que escribes saludos desde. Costa Rica .

    1. Hola Ruth. Pues espérate que la semana que viene publicaré recursos e ideas para vencer ese perfeccionismo. Lo primero sería aceptar y entender que ser perfeccionista le está trayendo problemas a tu hijo. Después ir poco a poco rebajando ese nivel de autoexigencia. En el próximo post contaré más detalles, así que atenta al blog! Por cierto, qué bonito tu país, Costa Rica. Estuve ahí en mi luna de miel y me enamoré de sus paisajes!

  6. Hola María, la verdad es que este tema da para mucho, yo he sido muy perfeccionista sobre todo en mi época de estudiante, porque en muchas ocasiones al ver que podía mejorar, me dedicaba en cuerpo y alma a ello, incluso arriesgando mi salud, a través de horas de sueño, esfuerzos excesivos. Con el tiempo desvié mi afán de perfeccionismo a otros ámbitos. Me di cuenta de que tenía una mentalidad muy rígida mentalmente, que era una persona de una sola dirección, una persona que piensa que eso es posible y que hay que llegar al perfeccionismo como sea.
    Después te vas dando cuenta que no todo lo que quieres, es posible conseguirlo y vas moldeando tu mente, de manera que vas separando hacia dónde puedes llegar y hacia donde no, lo que puedes hacer lo más perfecto posible y lo que puedes simplemente hacer bien simplemente. Aunque todavía en ocasiones trato de ser perfeccionista pero en contadas ocasiones. Por eso te comento que hay detrás del perfeccionismo una rigidez mental que te impide ver más allá, que te impide discernir hasta dónde puedes llegar, y hasta dónde no. Es decir que no eres capaz de ver dónde está el límite de la perfección, cuanto mejor veas que has hecho algo, más perfecto quieres que sea, todo es susceptible de ser mejorado. En fin María, tremendamente interesante el tema. Un abrazo amiga

    1. Hola Justino. Me alegro de que hayas superado tu propio perfeccionismo. ¿Cuáles crees que son las causas en tu caso? ¿Familia, educación, o tu manera de ser desde pequeño? ¿Y sobre todo, qué buscabas conseguir, para qué querías ser cada vez mejor y más perfecto? Creo que eso es lo más interesante ;) Y podrás ayudar con tu ejemplo de superación a los lectores de este blog. Muchas gracias, como siempre, por comentar!

      1. Pues no sé qué decirte ahora María, probablemente que de pequeño no era, precisamente un buen estudiante, ni tampoco una maravilla en hacer trabajos, manualidades, etc, y cuando supe realmente lo que era estudiar, que había que esforzarse si o si, pues vi la oportunidad de querer ser mucho mejor de lo que había sido.

        1. Digamos que en un caso, Justino, era un poco la superación personal lo que te impulsó a desarrollar el perfeccionismo. Una intención maravillosa, que llevada a un extremo puede ser perjudicial. Me parecen superinteresantes tus aportaciones, porque siempre hay algo nuevo que descubrir después de leerte. No había tenido en cuenta ese factor: perfeccionismo como crecimiento y superación personal. Muchas gracias por compartir con nosotros, amigo!

  7. ¡Hola María!
    Me considero altamente perfeccionista, algo que consigo modificar cuando no me tomo las cosas tan en serio y lo suavizo observando como todo en la vida es «perfecto» tal como es, no con las premisas que se me inculcaron o que tiene esa palabra en la sociedad. Al fin y cabo, creo que detrás del perfeccionismo se esconden miedos como ocurre con casi todos los extremos.
    Mi perfeccionismo es educacional y cuando años después tomé la responsabilidad de mi vida, fui yo la que siguió con ese patrón de autoexigencia al extremo. (¡Qué locura!, jaja)
    En mi caso, solo se me indicaba lo mal que hacía las cosas, nunca (o yo así lo recuerdo) se me decía nada de lo que me salía bien porque eso debía ser lo normal. (Bien o mal, algo completamente relativo, no me gustan esas palabras porque quién define lo que es bueno o malo y a partir de qué parámetros…)
    No había cabida para el error, era duro, porque la autoestima se ve críticamente afectada y además de ser frustrante encima crees que eso es lo normal, jajaja. Pero bueno, lo cierto es que creo que las situaciones que a cada uno nos llegan en la vida son para mejorar y sacar un aprendizaje de las mismas.
    ¡Gracias por compartir este post tan necesario, por lo menos para los perfeccionistas, jejeje!
    ¡Abrazote!

    1. Hola Begoña. Muchas gracias por dejar tu comentario por aquí. Aunque yo no sea perfeccionista, sí que me encuentro con mucha gente que lo es y sobre todo las coachees o clientas con las que trabajo. Yo creo que esa presión es muy fuerte por parte de la educación y los padres. Al final te das cuenta de que siempre habrá algo que mejorar, pero lo importante es empezar y punto. Luego puedes ir modificando sobre la marcha. Además creo que una creencia muy necesaria es lo que añades al final:»creo que las situaciones que a cada uno nos llegan en la vida son para mejorar y sacar un aprendizaje de las mismas.» Así que aprendamos de esas situaciones y sobre todo aprendamos y aceptemos el hecho de permitirnos equivocarnos. Permítete equivocarte: date ese permiso, observa que nadie muere, que se puede cambiar. Un abrazo y gracias por dejar aquí tu testimonio :)

  8. La verdad es que me gusta hacer las cosas bien, pero no caigo en el perfeccionismo. El perfeccionista sufre, no es humilde, se enferma cuando no es capaz de aceptar lo que no puede hacer perfecto.
    Que lástima, pero conozco a varias personas deprimidas y ansiosas porque las ha llevado el perfeccionismo a ese estado.
    Gracias por tu artículo María.

    1. Gracias a ti por comentar, Luis Fernando. El vídeo de Borja la verdad explica muy bien el conflicto interno del perfeccionista. Lo bueno es que siempre hay posibilidad de cambio si uno quiere. Si te has hartado de sufrir, siempre hay una salida. Un abrazo!

  9. Hola, María.

    Soy perfeccionista por naturaleza. Forma parte de mi carácter. Como comentas, esto tiene sus consecuencias positivas (me gusta hacer las cosas bien) y sus consecuencias negativas (me bloqueo más de lo que me gustaría).

    Poco a poco, con la ayuda de otras personas y las enseñanzas de artículos como este, voy acallando la voz de mi perfeccionismo y escuchando más la del pragmatismo. Si mejorar una tarea que ya está bien hecha me va a llevar más tiempo de lo que me ha costado hacerla, no le dedico ni un minuto más.

    Vivimos en una sociedad competitiva, pero sobre todo, demasiado comparativa. Nos gusta compararlo todo: mi casa, mi coche, mi trabajo, mi novia/o, mi perro, mi ropa, etc. Y todo siempre desde un punto de vista emocional, tratando de ser «mejores» que el otro para demostrar nuestra valía. En el fondo no es más que falta de identidad y de autoestima.

    Un abrazo.

    1. Hola Pablo! Me alegra verte por aquí. Además me encanta ver a gente tan joven como tú con la actitud de superación constante y tanta madurez. Coincido contigo con lo de identidad y autoestima, y añado una que ya he mencionado: madurez mental y emocional. Ojo, me gustan las cosas bien hechas, y estoy segura de que a ti y a la mayoría de los que leen este blog también, pero una cosa es dar lo máximo de ti y otra muy distinta es paralizarte por creer que no es lo suficientemente perfecto. Gracias por dejar tu comentario :) Un abrazo!

  10. Pues a mí me resulta complejo identificar la causa o causas de mi perfeccionismo.
    Ahora mismo diría que recibía mensajes contradictorios de mis padres, o al menos así los interpreté yo (o es como lo interpreto en estos momentos). Por una parte me decían que disfrutara de los estudios, pero por otro me decían que mi trabajo era estudiar y que mi única preocupación debía ser esa (nada de novios ni trabajos complementarios).
    Por otra parte, mi deseo de aprender. Pero el otro día fui a una charla de una coach y me ha hecho reflexionar mucho. Hablaba de cómo nuestros valores pueden estar fundados en experiencias, y realmente no ser tan importantes. Son realmente sustitutos. Por ejemplo, mi interés por aprender podría deberse no a un interés real por saber cosas nuevas, sino porque realmente no era muy sociable ni tenía muchas amigas en el colegio. Estudiar era casi lo único que tenía. Así que me convencí a mí misma que estudiar es importante para mí.
    Además, como te digo, la experiencia de ver que no era muy popular entre mis compañeras, pero que mis profesoras y mis padres me felicitaban por mis notas, me hizo esforzarme en ser la mejor estudiante. Si no podía destacar por mis habilidades sociales, mi confianza y mi decisión, podía destacar siendo la alumna aplicada que mis profesoras apreciaban.
    Así que creo que he llegado a ser tan perfeccionista por una mezcla de mensajes externos, experiencia, refuerzos externos, y personalidad unida a valores.

    1. Qué interesante lo que cuentas Irtha. Me encanta oír casos reales de personas que indagan y reflexionan en voz alta como haces tú (de hecho, es también mi manera de reflexionar y entenderme mejor). Me siento en gran parte identificada con lo que cuentas. Era poco popular y no demasiado sociable (aunque iba por rachas: recuerdo algunos años de mi adolescencia en los que era extrañamente sociable), mis padres también me inculcaron la idea del sacrificio y trabajo duro, estudiar y sacar las mejores notas… Recuerdo que a veces un 9 en literatura o inglés me desmoralizaba jeje, cuando los demás me decían: ¡si es un sobre, qué más puedes pedir! Al final tal vez no sea tan importante cuáles son las causas, puede ser una mezcla de todo, como en tu caso o en el mío, sino el cómo gestionamos nuestra actitud perfeccionista ahora, ¿verdad? Lo bueno de todo esto es que, como buenas alumnas, nos llevamos esa disciplina, bagaje, estudios, conocimientos… es algo que nadie nos puede quitar. Pero siempre podemos ir rectificando la actitud de perfeccionismo, porque está en nuestras manos. Me gustan las conclusiones a las que llego después de leerte! Gracias por comentar :)

  11. ^-^ A mí también me gustan los descubrimientos a los que llego con tus artículos y comentarios.
    Y creo que gracias a lo que acabas de expresar he tomado consciencia de lo que me gusta de ti y tu forma de escribir: que muestras tus procesos mentales, tus reflexiones, tus voces y mensajes… Y eso me ayuda a conectar conmigo misma, mis procesos, voces y mensajes, para llegar a conclusiones transformadoras.
    Gracias =)

    1. Qué bonito lo que dices, Irtha. Se nota que tenemos una manera de expresarnos y procesar la información parecida. Yo también aprendo mucho de tus artículos y eso me lleva a reflexiones nuevas :) Un abrazo!

  12. Perfeccionismo por influencias familiares y educacionales: «lo bien hecho, bien parece», aun dice mi padre.
    Yo, perfeccionista incluso en mi propia transformación personal y espiritual…espero que corregí ble, ahora que me dí cuenta. Graciaas

    1. Hola Consueli. Como ves somos muchas las que hemos heredado una mentalidad perfeccionista… lo bueno es darse cuenta y tratar de cambiarlo. En el artículo posterior a éste comparto la manera de cambiar esta situación. Un abrazo!

  13. Hola María, gracias por el post me ayuda mucho, porque me considero perfeccionista tengo que revisar todo lo que hago varias veces, y es verdad tengo que cambiarlo, para así conocerme mejor y conseguiré más cosas.

  14. Gracias María, hago una reflexión sobre este tipo de personalidad: una es creer que «SOY» perfecto y otra que es creer «HACER , PRETENDER, REALIZAR», todos mis actos a lo que a mi juicio interpreto como perfecto. Lo quiero subrayar porque en el video de Vilaseca hace referencia a una personalidad que se cree «la leche», «que todo el mundo esta equivocado menos yo», sin embargo no es del todo cierto. Muchos sufrimos por considerarnos lo contrario (insuficientes, errados) tratando de sobrevivir y alcanzar la idealización de lo «perfecto». Vale todo lo que nos has compartido, que importante es reconocernos en estas letras para darnos cuenta de lo que tenemos que DESAPRENDER e incorporar para vivir mejor. Gracias por este regalo.

  15. Hola María. Masha en ruso si. Es increíble, leo y me veo a mi en muchas cosas. Yo soy hija única, nací en Bielorrusia en la época de la exUrss, vivo en Ecuador y siempre he sido muy muy perfeccionista. De hecho soy mi jueza más dura…siempre debía ser un ejemplo del cual mis padres estarían orgullosos….siempre consultaba a mis padres y especialmente a mi papá para que me dé el ok en todo….era como demostrarle que lo estoy haciendo según lo que a él le parece bien….en fin, tantas cosas. Me estoy reinventando ahora, desde hace algunos meses atrás y estoy muy contenta de haberme dado esta oportunidad. Tengo 41 imagínate, y recién estoy iniciando mi propio camino. Pero creo que todo llega en el momento adecuado. Me gusta mucho haber encontrado tu web y tu blog y tomar el curso. Gracias

    1. ¡Qué bueno Kira! Así es, todo llega en el momento perfecto. Disfruta el camino. La verdad que es un gran paso darse cuenta de lo mal que nos tratamos a veces. Somos nuestros peores enemigos, pero una vez que te das cuenta, ya puedes cambiarlo. Así que, enhorabuena. Abrazo grande!

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