5 ejercicios para sanar tus heridas emocionales a través del cuerpo

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Hoy traemos un post de invitada para hablarte de un tema que me encanta, pero para que puedas trabajarlo de manera más profunda y también a través del cuerpo, te compartimos 5 ejercicios de terapia corporal emocional.

Y hoy, Nuria Gallego Carbonell, Facilitadora de Procesos Somáticos, Danza y Movimiento terapéutico, nos trae 5 ejercicios que a ella misma y a sus clientas les han funcionado para trabajar su proceso de sanación.

Sin más, te dejo con este valioso, inspirador y completo artículo que me ha encantado leer y donde Nuria te propone sencillos ejercicios de terapia corporal que puedes poner en práctica ya mismo para iniciar tu proceso de sanación.

La historia personal de Nuria y el origen de sus heridas emocionales

No fui una niña feliz. Desde que estaba en el útero materno y en mis primeros años de edad, me tocó vivir situaciones difíciles que crearon en mí dos heridas emocionales: de rechazo y abandono.

La primera de esas experiencias tuvo lugar cuando estaba en el vientre de mi madre. No fui esperada por mis padres. Ellos ya tenían dos hijos adolescentes y, cuando mi madre se quedó embarazada, tenía 43 años.

Hoy en día, es una edad habitual para tener hijos. Pero en los 80, no era así. De hecho, una de mis tías tuvo una hija a los cuarenta y poco también; y su hija (mi prima) nació con Síndrome de Down. En aquel momento, los médicos lo achacaron a la edad de la madre (es un factor de riesgo, pero no el único).

Así que, con esa realidad familiar, hubo preocupación de que yo también desarrollara algún tipo de trastorno o enfermedad.

Por este motivo, mi padre y mi abuela paterna se opusieron a mi nacimiento. De hecho, propusieron un aborto (al que mi madre se negó) y, después, mi padre no quiso saber si yo iba a ser niña o niño.

Finalmente, nací. Sin embargo, llegué al mundo con una herida de rechazo.

Durante la gestación, el futuro bebé percibe el mundo que lo rodea, el estado emocional de la madre y el suyo propio. Yo percibí que no iba a ser bienvenida en el mundo, por lo que sentí miedo de lo que me esperaba afuera.

Entiendo que todo esto puede parecerte extraño o demasiado místico. Pero tiene una explicación: se debe a la memoria corporal. Más adelante, te explicaré en qué consiste.

Pero, antes, quiero contarte otra situación que me llevó a tener una herida de abandono.

Cuando yo tenía un año y medio, mi padre murió. Y eso ya creó esa herida. Sin embargo, de esta ausencia paterna y sus consecuencias he hablado en mi blog, por lo que no me extenderé aquí.

Como mi madre no contaba con ayuda en casa, necesitó contratar a canguros que me cuidaban. Decidió confiar en una vecina con dos hijas que estudiaban en mi colegio.

No fue una elección muy acertada.

Cada tarde, lo pasaba fatal y esperaba con ansia la llegada de mi madre para ir a casa. En primer lugar, Ester (ese era el nombre de la vecina) preparaba un bocadillo con Nocilla a sus hijas. Y a mí no me daba nada. Yo tenía tanta hambre que me sentaba en el suelo para comer las migas de pan que caían.

Después, era la hora de jugar con esas niñas. Y el juego consistía en pegarme, gritarme e insultarme.

A día de hoy, sé que, probablemente, la violencia que ellas recibían en casa la descargaban en mí de esa manera. Pero en aquel momento yo era una niña más pequeña que ellas, por lo que no podía defenderme.

Uno de los recuerdos más vívidos de aquella etapa es la manera en la que me lanzaba a los brazos de mi madre tras pasar una tarde repleta de malos tratos.

Esta circunstancia de mi infancia creó una herida de abandono por dos motivos:

  1. No me dieron los cuidados básicos que toda criatura necesita (¡no me alimentaban!)
  2. No entendía dónde estaba mi madre, que era mi principal (y amorosa) cuidadora.

Estos traumas y mi formación en técnicas terapéuticas basadas en el cuerpo han hecho que ahora me dedique a acompañar a personas que han vivido experiencias traumáticas que les generan malestares físicos y psicológicos. Para sanar, les ayudo a liberar las emociones que quedaron reprimidas en su cuerpo a través de mi método Terapia Corporal Emocional.

El trauma vive en el cuerpo

Para sanar mis heridas emocionales, necesité bajar al cuerpo. No fue algo que yo buscara, sino que lo encontré por casualidad.

A medida que fui conectando con él, reconocí que tenía muchas emociones reprimidas. Al principio, siempre las sentía en forma de sensaciones físicas (un nudo en la garganta, un dolor en la espalda, el corazón acelerado…).

Después, las descargaba llorando, gritando o gimiendo. Y, tras esa expresión emocional, me quedaba relajada. Notaba que algo dentro de mí había cambiado.

Más adelante, cuando estudié la teoría detrás de todos aquellos ejercicios que practicaba, aprendí varias cuestiones:

  1. El cuerpo tiene un lenguaje propio. No usa palabras, sino que te habla a través de sensaciones físicas, emociones, movimientos, recuerdos o imágenes.
  2. Los sentimientos son reacciones corporales. Cuando estás triste, lloras y tienes ganas de recogerte. Cuando te enfadas, la tendencia natural del cuerpo es gritar o golpear (aunque, si sueles reprimir tu rabia, es posible que no respondas así).
  3. Los traumas (o heridas emocionales) dejan emociones reprimidas en el cuerpo.

Vayamos por partes.

Cuando eres una criatura pequeña, buscas el amor y la protección de tus padres o cuidadores. Los seres humanos tardamos bastante tiempo en desarrollarnos, por lo que necesitamos a personas adultas que nos cuiden hasta que tenemos suficiente autonomía.

Por lo tanto, los bebés y los niños buscan que su mamá, papá o tutor les apruebe. Eso significa que harán todo lo posible por contentarle, aunque tengan que negar o contener ciertos comportamientos y emociones.

Por ejemplo, si en tu casa te reñían por chillar, seguramente acallaste tus gritos. En Terapia Corporal Emocional, a esto se le llama estrategia de supervivencia.

Además, por desgracia, algunos cuidadores no son muy conscientes del daño que hacen cuando actúan de una determinada manera. Por cultura o traumas propios, abusan de los niños, les abandonan física o emocionalmente, los humillan, traicionan su confianza, son injustos o les rechazan.

Ante esto, el cuerpo de la criatura reaccionará con una emoción. Normalmente, con rabia, tristeza o miedo. Pero, al no tener suficiente experiencia de vida, el niño no sabrá cómo gestionar un sentimiento tan intenso, doloroso y difícil.

La única salida que tendrá será reprimirlo.

Para reprimir esa emoción, usará el cuerpo. Por ejemplo, para dejar de sentir el enfado necesitas tensar los hombros, las manos, la garganta y la mandíbula. De esta manera, las ganas de gritar o golpear dejarán de estar presentes.

Sin embargo, la emoción seguirá dentro de ti, quedará guardada en tu memoria corporal. Esa memoria corporal se expresará en forma de tensiones físicas, comportamientos o sentimientos secundarios. Cuando se reprime la ira, las consecuencias más habituales son: dolor de garganta, tensión en los hombros, bruxismo, culpabilidad, frustración, queja, negatividad, entre otras.

La buena noticia es que el cuerpo también puede servirte para liberar tus emociones bloqueadas. Al conectar con tus sensaciones físicas, puedes acceder a los sentimientos atrapados en tu memoria corporal. Y, cuando consigues liberarlos esto es lo que sucede:

  • Tus emociones se convierten en tus compañeras, en lugar de tus enemigas. Entiendes que la tristeza te ayuda a reparar un daño o una pérdida, que puedes avanzar hacia tu vida soñada a pesar del miedo o que la rabia te da energía para marcar tus límites.
  • Dejas de experimentar los malestares físicos o psicológicos causados por el trauma. Si tus emociones no están bloqueadas, tu cuerpo no se tensa, ni necesitas usar una estrategia de supervivencia para sobrellevar la situación.
  • Aprendes otra manera de actuar más amable frente a los momentos de estrés emocional. En lugar de seguir reprimiendo, sabes qué hacer cuando aparece una emoción difícil para ti o cuando se activa el recuerdo de tu herida emocional.

Mi ejemplo personal. Cómo sané mi herida de rechazo

Como todo se entiende mejor con un ejemplo, quiero explicarte cómo sané mi herida de rechazo.

Algunas de las consecuencias de mi trauma fueron que siempre me sentía apartada en los grupos o tenía mucho miedo a lo que los demás pudieran pensar de mí (he llegado a morirme de sed por no pedir un vaso de agua en casa de una amiga y parecer maleducada).

Mi estrategia de supervivencia ante esto era refugiarme en un mundo de fantasía. Recreaba en mi cabeza los sucesos que vivía para imaginarme mucho más segura y resolutiva. Creaba un ideal de mí que no era real porque no me aceptaba tal como soy.

Entrando en contacto con mi cuerpo a través de técnicas concretas que ahora uso en la Terapia Corporal Emocional, sentí el miedo que viví estando en el útero de mi madre y la tristeza que me produjo no ser bienvenida.

Al liberarlas, poquito a poco, empecé a quererme a mí misma, me sentí más confiada en los grupos para mostrarme auténtica, abandoné mis fantasías de ser diferente y, también, me atreví a pedir un vaso de agua cuando estaba en casa de alguien.

Por supuesto que las heridas emocionales siguen estando ahí. Y, a veces, huyo de situaciones conflictivas (como cuando mi pareja se queja porque soy un desastre en casa). La diferencia es que ahora soy más consciente de esa tendencia y, en el momento, puedo escoger quedarme para afrontar el conflicto.

Sanar una herida emocional va de esto:

  • Expresar tu emoción reprimida.
  • Conocer qué hiciste para adaptarte a esa experiencia traumática.
  • Tener otra opción para actuar en momentos difíciles.

Mis clientas y yo lo hemos conseguido gracias a la Terapia Corporal Emocional.

5 ejercicios de Terapia Corporal Emocional para sanar tus heridas

Ahora sí, vamos a meternos de lleno en la parte práctica del asunto.

En el vídeo que te comparto unas líneas más abajo voy a darte un ejercicio corporal para cada una de las heridas emocionales.

Como María ha escrito un post para cada una de ellas, yo te resumiré qué tipo de condiciones las crean; pero también te enlazaré sus artículos por si quieres ampliar la información teórica.

Estas son las 5 heridas emocionales:

  1. Herida de abandono: Sucede cuando no has tenido la presencia de unos cuidadores que te hayan aportado seguridad, amor y cariño, o te ha faltado algo en el plano material (comida, casa…). Si es tu caso, necesitas aprender a hacerte cargo de ti misma.
  2. Herida de rechazo: Aparece cuando no tienes la sensación de ser aceptada tal como eres por tus progenitores. Tu tema es aceptarte y quererte para mostrarte con autenticidad.
  3. Herida de injusticia: Se crea cuando has vivido castigos abusivos o inaceptables para ti. Lo sanas cuando se atreves a mostrarte vulnerable.
  4. Herida de humillación: Surge cuando tus padres no aceptan tus primeras muestras de independencia o cuando te abochornan por ir sucio. Te ayuda diferenciar lo que es tuyo, de lo que es de los demás.
  5. Herida de traición: Se forma cuando una de tus figuras de referencia te ha fallado. Con esta herida, necesitas aprender a soltar el control.

Así que, si sospechas que has vivido alguna de estas situaciones traumáticas, te recomiendo practicar el ejercicio correspondiente que explicaré en este vídeo. Cada uno de estos ejercicios, te pondrá en contacto con el punto principal de tu herida emocional para que percibas tus sensaciones o sentimientos reprimidos.

Para sanar tus heridas, revive el dolor emocional

Muchas personas llegan a mi consulta tras haber trabajado en sus traumas desde un plano mental. Saben lo que les pasó, cómo lo afrontaron en aquel momento y han aprendido otras maneras de verlo. Algunas, incluso, han hecho un trabajo de perdón.

Sin embargo, cuando hablan conmigo, me cuentan que no sienten que su proceso se haya cerrado del todo. Todavía están muy conectadas con el dolor emocional o con las consecuencias de su trauma.

Lo que sucede es que falta sentirlo, atravesar el dolor emocional que vivieron en aquel momento.

Yo lo explico así: imagina que tu trauma creó una herida que, con el paso del tiempo se ha infectado. Para curarla, tenemos que abrirla y dejar que salga todo el pus. Así, después, puedes coser esa herida para dejar que se forme una cicatriz. Esa cicatriz será un bonito recuerdo de lo valiente que has sido.

Este es un proceso doloroso. No obstante, es imprescindible para sanar tu trauma desde la raíz.

El trabajo desde el plano mental es necesario, por supuesto. De hecho, en mis acompañamientos terapéuticos, también hay momentos para hablar, reflexionar y comprender. Sin embargo, lo prioritario es expresar las emociones bloqueadas en el cuerpo. Después de esto, el camino es mucho más fácil.

Así que, si sientes que tienes emociones reprimidas en tu cuerpo y quieres liberarlas, te recomiendo probar este ejercicio de Terapia Corporal Emocional. Es el primero que recomiendo en casi todos mis acompañamientos terapéuticos.

Ahora te toca a ti: ¿cuál de estas heridas emocionales tienes? ¿Sientes que hay sentimientos bloqueados dentro de ti? Cuéntamelo en los comentarios, me encantará leerte y responderte.

—–

Me llamo Nuria. Acompaño a mujeres que han experimentado un trauma que les genera malestares físicos y psicológicos. Les ayudo a liberar las emociones difíciles de esa experiencia que quedaron reprimidas en su cuerpo. Para ello, uso mi método Terapia Corporal Emocional.

Recibe este ejercicio de Terapia Corporal Emocional

6 comentarios

    1. Hola Gloria, si te interesa trabajar con las terapias de Nuria, puedes consultar en su web, la tienes en la parte de abajo del artículo, en su biografía. Un abrazo

  1. Me hizo mucho bien leerte y encontrar este tipo de terapia! También tuve una historia de rechazo ya en el vientre materno, no quería nacer, y lo hice con un principio de asfixia. A lo largo de mi vida tuve también un para de rechazos que me marcaron. Desde los tres años fui asmática , y ahora tengo bronquitis alérgicas a repetición! Voy a seguirte a ti a Nuria, y ver si logro en Argentina encontrar algún profesional que sepa aplicar estas técnicas, para recuperar mi calidad de vida. Gracias por tan valiosa información!

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